Historia del Molino del Puente ViejoEn 1937, la pareja de molineros Manuel Faustino Afonso (conocido como Castanheira) y Maria Belisanda Manso comenzó a operar el Molino del Puente Viejo, junto al río Sabor, en Braganza. Provenían de Mogadouro, donde Manuel Faustino estuvo dos años ayudando a poner en marcha el primer molino eléctrico de la región, antes de regresar a su tierra natal — Braganza — donde nacieron siete de sus ocho hijos. Tras el fallecimiento de Manuel Faustino en abril de 1945, Maria Belisanda mantuvo el molino en funcionamiento con la ayuda de sus hijas mayores y su hijo menor, Manuel. Incluso después de la trágica muerte de este último, a los 17 años, en noviembre de 1949, la actividad continuó gracias al empeño de su hija Teresa, quien se mudó al molino con su esposo (conocido como Barilhas) y sus hijas. Se presume que Teresa y Barilhas cesaron la actividad a principios de los años 60, y que el molino permaneció en ruinas durante casi cinco décadas, hasta que en 2007, Lucília de Castro Carção decidió devolverle la vida. Lucília es la hija menor de Belmiro Carção y Laura Falcão de Castro, naturales de Sendim, Miranda do Douro. En 1984, Belmiro compró varios terrenos en Braganza, entre ellos el que albergaba el viejo molino. En el año 2000, pensó en vender la propiedad, pero antes quiso saber si alguno de sus hijos tenía interés en quedarse con el molino. Lucília aceptó el reto. Movida por una fuerte conexión con el lugar y conmovida por el estado de abandono del molino, Lucília comenzó su rehabilitación a mediados de 2007, un proyecto que desarrolló durante cinco años. Enamorada del entorno natural, nació en ella un propósito: compartir ese espacio mágico con el mundo. El Molino del Puente Viejo abrió sus puertas al turismo en diciembre de 2011, recibió la clasificación de Casa de Campo – Turismo Rural y desde entonces ha acogido a visitantes de todo el mundo, quienes encuentran allí paz, belleza natural y una conexión genuina con la tierra. El nombre "Molino del Puente Viejo" surgió de forma natural gracias a su ubicación privilegiada junto a un antiguo puente romano, conocido originalmente como Puente de las Carvas. Durante siglos, fue el único cruce sobre el río Sabor en Braganza, hasta mediados del siglo XX. Era por este puente histórico que el molinero pasaba con animales cargados de sacos de harina, camino de los pueblos cercanos para vender su producción. Este puente romano, testigo silencioso de generaciones de vida y trabajo rural, dio identidad al molino que le acompaña desde hace décadas. El sonido del agua del río, el canto de los pájaros, los peces saltando y los árboles bailando con el viento componen una melodía de tranquilidad que convierte cada estancia en una experiencia inolvidable. |